martes, 12 de junio de 2012

Explotación laboral a cambio de calmar el hambre

Saribeth ahora es dueña de su propio negocio/Foto J. Aragón.
Cuando Saribeth estaba por nacer,  la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Convención sobre los Derechos del Niño, que Nicaragua ratificó en 1990. Cuando tenía 6 años, en 1996 se reformó el Código del Trabajo, que estableció los 14 años como la edad mínima para trabajar, y así estar a tono con el Convenio 132 de Organización Internacional del Trabajo (OIT), que el país ratificó en 1981.

En 1998, Nicaragua aprobó el Código de la Niñez y la Adolescencia y en el 2001 ratificó el Convenio 182 de la OIT Sobre las Peores Formas de Trabajo Infantil”.

Es decir, Saribeth nació y vivió sus primeros años bajo un marco legal, que en teoría,  le garantizaban sus principales derechos y la protegía de la explotación laboral infantil…pero ella empezó a trabajar como doméstica infantil en el 2000, cuando tenía diez años.

“Es que el hambre es fea, el hambre nunca me ha gustado”, así resume sus razones, por las que cuando tenía diez años, tomó las plantas que su mamá sembraba para venderlas en el mercado de Ocotal.

Ahí encontró a su primera patrona, una señora que vendía comida en el mercado de Ocotal, quien primero le  propuso que le ayudara a lavar trastes, luego a cocinar y venderla en las calles, en compensación recibía cinco córdobas diarios (21 centavos de dólar cambio actual) y “alguna ropita usada”.

Jornada se incrementó, “ayuda” no

Al poco tiempo la “ayuda” se trasladó a la casa de la patrona, en donde su jornada se incrementó desde cinco de la mañana hasta las 11 ó 12 de la noche, la última hora la dejaba para sus tareas escolares.  Ella seguía recibiendo los mismos cinco córdobas y la alimentación.

“Es que esas señoras buscan empleada, no para que uno les ayude…, sino para dejarle toda la carga, y si es niño mejor,  porque uno es bien tonto, con un peso que le dan lo engañan o por la comida tal vez… y como le digo a mi el hambre nunca me ha gustado y esa señora hacía nacatamales… yo cocía la masa, le soasaba las hojas y como eso se hace hasta en la tarde, supuestamente para que ya no se moje uno, terminaba a las 11, 12 de la noche”.

“Como dos veces me queme, me quemaba en el fuego,  cuando llegue ni podía limpiar el fuego (sacar brazas) y una vez me forzó a que lo hiciera, también dos veces me quemé con agua hirviendo, haciendo el café, pero a ellas les vale”.

¿Cómo es la vida de un niño trabajador?

“Es fea, horrible cuando lo regañan,  cuando se le sube el azúcar a los patrones, esa señora de nada lo trataba,  y uno sólo llorar y tragársela,  ni a quien contárselo porque no tenía mama, no tenía papa, tenía, pero es como que si no tuviera…digo yo que debe haber sido porque eran tantos chavalos” (15 hermanos).

“Es feo salir a trabajar a temprana edad, pero así ya nadie lo pisotea a uno, lo explotan a uno, pero así también aprende, porque a mi eso fue lo que me enseño a ser mujer…es cierto es feo trabajar chiquito porque uno sufre, pierde la niñez, la pierde totalmente”.

Se marchó de ese trabajo el día que el marido de la señora quiso pegarle porque no encontró tortillas. “Andaba bolo, tomaba mucho, entonces me fui a meter donde mi dizque novio, pero me fue peor, me llené de chigüines, andaba con un montón de mujeres, y yo seguí trabajando”.

Saribeth recién cumplió 22 años, acaba de tener a su tercer hijo, el primero lo parió a los 16 años. Desde hace un año es dueña de una venta de comida en el mercado de Ocotal, tiempo después se separó del padre de sus hijos, “toma mucho y es mujeriego”.

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Este proyecto ha sido auspiciado por el Fondo de Apoyo al Periodismo del Programa Vida en Democracia.

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