martes, 8 de mayo de 2012

De la cortesía y las TIC

Tomada Blog Democracia Secuestrada
Antes del surgimiento de Internet y el desarrollo de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), las formas tradicionales que las personas  utilizaban  para comunicarse entre sí, eran las cartas, postales, telegramas, entre otras.

Recibir este tipo de correspondencia no era tan frecuente,  pues los canales de comunicación eran muy lentos, de tal forma que quien recibía una carta o postal cada mes podría sentirse privilegiado.


El Coronel no tiene quien le escriba, una de las novelas de Gabriel García Márquez, quizás es el mejor ejemplo de cómo era la comunicación antes de las TIC.  García  narra  la historia de  un personaje de pueblo, el coronel, quien cada viernes llegaba al muelle a esperar el barco que transportaba la correspondencia, y que en su caso le llevaría el ansiado aviso de su pensión. Así pasó meses y años, esperando una carta que nunca llegó.

Pero además de los problemas burocráticos o de injustica, que siempre han existido, la comunicación entre personas que habitaban en diferentes ciudades o países era muy lenta y difícil. Quizás por ello, quien recibía una carta, una postal o un telegrama, tenía la cortesía de responder, aún sabiendo que el destinatario la recibiría días o meses después. 

Así que recibir una comunicación y no emitir una respuesta, era una descortesía impensable o poco común.  Al no ser algo frecuente, tampoco era desplome destinar un espacio cada mes o dos meses, para responder una carta de un familiar o un amigo.

Para las comunicaciones “rápidas” o urgentes, las personas hacían uso de los telegramas o la comunicación telefónica, aunque no siempre era sencillo establecer comunicaciones por estas vías. El servicio telegráfico se cobraba por letra, de tal forma que a mayor cantidad de letras,  mayor era el costo, y sí se solicitaba el servicio 2222 (urgente) el costo era más elevado.

En el afán de ahorrar palabras y dinero, muchas personas terminaban enviando mensajes incoherentes. De ahí que abundaban historias cómicas y hasta tragicómicas sobre la comunicación telegráfica.
Por ejemplo, en mi pueblo cuentan que hace muchos años  el hijo de un señor muy tacaño, le envió  un telegrama con el siguiente mensaje: Todo bien, Chuno muerto.  En estas cuatro palabras, lo que el emisor quería transmitir a su padre,  era que el camión en el que transportaban madera se había volcado,  que el conductor había fallecido,  pero que el  vehículo y la mercadería estaban a salvo. Hoy con las nuevas tecnologías, el comerciante habría recibido la información clara e inmediata.

Indudablemente las TIC nos brindan la posibilidad de establecer comunicaciones rápidas y claras, independientemente de las distancias que separen a emisor y receptor, aunque no es una garantía.  Esta facilidad, también ha generado un uso indiscriminado y poco eficiente de las mismas, quizás uno de los ejemplos más claros es la reproducción exagerada de cadenas, a través de los correos electrónicos, que muchas veces llenan nuestros buzones.

Esto muchas veces ocasiona que en medio de tantos correos “basura” que recibimos, pasamos inadvertida alguna comunicación importante y nos hace quedar como descortés ante quien espera una respuesta o un simple acuse de recibo.

Aunque a decir verdad, muchos no respondemos una comunicación porque simplemente somos mal educados.  En lo personal, cuando recibo “cadenas” no me siento obligada a responder, pero cuando alguien  escribe con un planteamiento específico, supongo que espera una respuesta. Creo que hacer lo contrario es como llegar a un lugar, saludar y que nadie nos corresponda el  saludo.


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