domingo, 13 de marzo de 2011

Nicaragüense que vive en Japón narra el horror del terremoto


Comparto el testimonio de mi amiga Dulce María Zelaya Kikuchi, una nicaragüense originaria de mi natal San Rafael del Norte, quien reside en Japón desde inicios de los años 90 junto a su esposo y dos hijos japoneses. Ella vivió el horror de uno de los sismos más violentos sufridos en el planeta Tierra en los últimos cien años. A continuación les dejo su testimonio.


Estimada Chayito:

Antes de todo, quiero dar las gracias a todas las personas que por este medio nos han demostrado su solidaridad, su preocupación y sus deseos para que toda esta situación por acá se mejore.

No imaginan cuánto nos ha ayudado recibir estos mensajes. En lo personal, he sentido en lo más profundo de mi ser el apoyo de tanta gente, que de esta manera me ha demostrado el inmenso cariño que sienten por mí y mi familia.

Quiero que sepan que ese sentimiento es recíproco y que lo voy a tener siempre presente en mi mente y en mi corazón.

Gracias a vos, por confiar en mí para que les ofrezca toda la información posible. Espero poderles ser de utilidad y ojala que la información que yo les brinde, les ayude a darse una idea de cómo está la situación por acá.

Una experiencia terrible
La verdad es que no sé por dónde empezar, pues, honestamente, quiero confesarte que todavía no termino de asimilar y digerir esta terrible experiencia por la que todos en esta isla estamos pasando.

A medida que las horas pasan y que los medios logran acceder hasta los lugares más afectados, nos podemos dar cuenta que los daños son mucho mayores de lo que pensábamos. Supongo que han podido ver por TV algunas imágenes de los desastres que ha ocasionado el sismo, sin embargo, esas son solamente una pequeña parte de lo que en realidad se está viviendo en estos momentos.

En lo que va de la historia de Japón, se dice que es la primera vez que han experimentado un sismo tan fuerte, al menos es lo que reportan las estadísticas que se han venido compilando desde hace un poco más de un siglo.

En esta ocasión, el sismo ha provocado los “Tsunami” más inmensos de estos últimos años, que unidos han destruido ciudades enteras que están cercanas a las costas del Pacífico. Las imágenes que se presentan son terribles, y nos sentimos muy consternados. Solo de imaginar las dificultades por las que están pasando los miles de damnificados y el dolor de las familias de las víctimas y desaparecidos, no nos queda más que dar gracias a Dios, pues lo que nosotros vivimos no es ni siquiera comparado con lo que estas personas han sufrido.

Bien, ahora voy a comentarles un poco sobre mi propia experiencia y la de mi familia. Al momento del sismo, a las 2:50 p.m., yo me encontraba impartiendo una clase de español, en un lugar que está como a unos 30 minutos caminando desde mi casa. Cuando empezamos a sentir el temblor, pues no fue nada extraño, ni tampoco nos desesperamos, ya que Japón, al igual que Nicaragua, es un país donde se presentan sismos con mucha frecuencia y prácticamente ya estamos acostumbrados a sentirlos.

Un prolongado sismo

Sin embargo, a medida que el tiempo pasaba los movimientos se hacían mayores y no se calmaban. Al fin, creo que pasaron más de tres minutos hasta que se fue calmando el primer temblor. Creo que en esta zona, la magnitud fue de 4 o 5 en la escala de Richter. La energía eléctrica se cortó, las mesas se movieron, algunas cosas se vinieron al suelo, y empezamos a preocuparnos, esperamos a que calmara un poco y luego nos evacuamos hacia un estacionamiento.

Para entonces ya había mucha gente afuera y las réplicas continuaban. Inmediatamente traté de comunicarme con mi familia, pero fue imposible, las líneas estaban siempre ocupadas y el único medio fue enviarles un mensaje por correo electrónico, aunque yo no recibí respuesta. Después de un tiempo considerable, decidimos regresarnos cada quien a sus lugares.

Algunas personas se regresaron en autobús, que todavía estaban circulando, otras caminando, pues los trenes y el metro ya no estaban funcionando por la falta de energía eléctrica. Afortunadamente yo estaba relativamente cerca de mi casa y me regresé de inmediato.

A oscuras y sin saber nada de la familia

No encontré mayores daños, sin embargo no había luz eléctrica, tampoco agua ni gas. Lo que llaman las “líneas vitales” estaban completamente fuera de servicio. Como no había energía eléctrica, pues estaba prácticamente desconectada de la situación y no había manera de saber lo que estaba sucediendo.

Empecé a angustiarme ya que no sabía nada de mi familia y el tiempo iba pasando, las réplicas no paraban y no tenía ninguna información de nada. Las personas a mí alrededor se notaban bastante serenas, no se sentía mucha desesperación, pero sí había mucha gente haciendo largas filas, tratando de comprar algunas cosas necesarias en caso de emergencia, en las tiendas del vecindario.

Como a eso de las 8:30 p.m. se restablecieron las líneas vitales, y fue hasta en ese momento que ya pude darme cuenta por TV de lo que estaba aconteciendo. Todas las imágenes que pasaban, presentaban la magnitud de los desastres. Fue algo terrible, pequeñas ciudades totalmente desaparecidas, inundadas por los tsunamis, vehículos arrastrados por las corrientes de agua del mar, incendios, edificios destruidos, carreteras incomunicadas debido a las grietas inmensas que se crearon, etc.

El epicentro fue en las costas del océano Pacifico, en la isla mayor de Japón, Honshu, y exactamente en las regiones de Tohoku y Kanto, Esta última es la región donde está Tokyo, la capital, y Yokohama donde nosotros residimos. La magnitud del sismo fue de 8.8 en la escala de Richter, siendo este, el sismo más fuerte que ha azotado a Japón en los últimos años.

Las prefecturas más afectadas han sido Fukushima, Miyagi, Iwate, que están en la región de Tohoku, aunque el sismo se sintió en casi todo el país. El estado de alerta por los tsunamis todavía continua, aunque ya han bajado el grado. El número de las víctimas reportadas hasta el momento, ha sobrepasado las 1,700, entre fallecidas y desaparecidas. Aunque estas cifras no reflejan la realidad. Solo espero que no aumenten tanto.

Temor por central nuclear

Ahora, estamos a 13 de marzo y son las 2:30 de la madrugada. En estos momentos continúan presentando por TV las noticias de la Central Nuclear, que se encuentra en la prefectura de Fukushima, y que fue muy afectada por el sismo.

Se teme que haya un escape de materias o una emanación de radiaciones, después de una explosión que hubo en una de las centrales, por lo que el gobierno ha orientado a los habitantes que viven en un radio de 20 kilómetros, a que se movilicen y se refugien en lugares más seguros. Esto es lo que más preocupa a la población en estos momentos.

Nicas están bien

Sobre la población de los compatriotas que viven en Japón, la verdad no tengo mucha información. Según un informe presentado por la Embajada de Nicaragua en Japón, parece que hay unos 450 nicaragüenses residiendo en Japón, aunque creo que también están incluidos los hijos nacidos de matrimonios entre japoneses y nicaragüenses. Yo sólo tengo unos pocos amigos y conocidos, y pude confirmar su seguridad ayer por la tarde, después de que me comunique con ellos.

Por último, afortunadamente ya me encuentro un poco mas aliviada, pues han podido regresar a casa todos los miembros de mi familia. Mis hijos regresaron ayer por la mañana, cuando se restableció el transporte ferroviario, y mi esposo pudo regresar hasta ayer por la noche. Gracias a Dios, todos estamos sanos y salvos, y ahora felices y agradecidos porque estamos juntos nuevamente.

Después de conversar con ellos me he podido dar cuenta de que, aún dentro de la misma ciudad, dependiendo del lugar, la intensidad del sismo fue diferente y los daños varían en tipos y tamaño.

Confiamos en Dios, que pronto lograremos volver a la normalidad y rogamos para que esta terrible pesadilla que hemos vivido no se vuelva a repetir. También esperamos que las secuelas de los tsunamis no afecten a nuestra querida Nicaragua, ya históricamente sufrida.

Publicado también en El Cronista Digital 

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